Pío Baroja no era barojiano; no lo necesitaba, evidentemente. Lo somos o creemos serlo aquellos que seguimos leyendo sus novelas, le analizamos en sus memorias y de modo recurrente aparece en nuestras vidas. Y ese sentimiento barojiano surge en momentos de hartazgo, de enfermedad, de melancolía o de aceptada soledad. También en momentos de esplendor, de acción, de observación de personas que pasan o de paisajes que permanecen y luego cambian. Y siempre volvemos a Baroja. Lo hemos escuchado muchas veces y ahora queremos profundizar en ello, realizando esta propuesta a todos aquellos, hombres y mujeres, profesionales de la literatura, escritores, aficionados a la lectura y a la escritura, que sientan lo barojiano, para que nos ayuden en este proyecto. Queremos pensar que a él le agradaría; eso sí, con la sorna y distancia crítica que corresponde.